Elaborar nuestra narrativa de una temática, concretado en un discurso, es como construir una casa. Primero hacen falta los cimientos, los materiales, la ubicación («inventio»), después un plano para saber dónde poner los materiales y cómo unirlos, cómo entregarlos a punto («dispositio»), y luego hay que hacer la casa agradable y habitable («elocutio»).
La elocutio afecta al modo de expresar verbalmente de manera adecuada los materiales de la inventio ordenados por la dispositio. En la actualidad, la elocutio es lo que se denomina estilo.
Nos centramos en la redacción como forma de expresión lingüística de los pensamientos. Tenemos la receta y los ingredientes para elaborar el plato. Uno puede guiarse por el público receptor, otros por su propio estilo. Unos pueden querer crear un texto bello, otros un texto práctico, ilustrativo, educativo, etc. Lo importante es que sea un texto claro y entendible. Conciso y no divagar ni repetir inútilmente, sin caer en un resumen de mínima expresión.
Cicerón enumeró 4 cualidades principales de la expresión: la adecuación, la corrección léxica y gramatical, la claridad y la belleza.
La expresión de un texto es adecuada si es apropiada a las circunstancias de la comunicación y al tema que trata. La corrección léxica y gramatical consiste en respetar un ideal de lengua. La claridad y la belleza las tendríamos que considerar como las propiedades de un texto, no como un añadido en forma de plus ni como una decoración ornamental. La manera de expresarse afecta al contenido y viceversa.
El objetivo prioritario es tomar conciencia del estilo propio y valorar la naturalidad y la claridad de los textos. Con una buena actitud y predisposición se perfecciona la tarea de composición escrita. Recordar la importancia de una buena fase de preparación para la redacción y la disciplina de someter a adecuaciones y revisiones en fases de producción y fases finales de composición.
